LOS MISERABLES
Cuando la leí la novela «Los Miserables», de Víctor Hugo, (Que tal vez, perdón don Víctor, debió haberse llamado Los Humillados) inspirada en los relatos del cruel Eugene-François Vidocq, vuelto funcionario policial después de su arrepentimiento, y en la famosa revuelta de 1832, y que preveía ya la Comuna de París; pensé que nada peor que eso le podría suceder a una ciudad desmoralizada, a un país hambreado, a un país en sombras.
Pero sin embargo pude algo peor siempre suceder: cuando las crisis sobrevienen, y se pierden las reglas; la moral, la ética la verdad se desdibujan y todo puede ser posible, el catastrófico vacío aparece, y el final del pozo del Dante se comienza a divisar.
Tal vez necesitemos otro policía como el Inspector Javert o quizás otros ángeles como Gabriel y Daniel destruyendo la moderna Sodoma.
Cuando el mal está en el poder y la ciudadanía no lo detiene, el mal está en ciudadanía… y el apocalipsis bíblico aparece.