«Si no veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los agujeros de los clavos y si no meto la mano en su costado, no creeré»
La duda esta relatada en el evangelio de San Juan (Jn. 20:24) y en este caso sirve para la reflexión a todos, creyentes y no creyentes.
En medio de la pandemia, hay gente que viola las normas, vulnera los controles, y disemina la ponzoña.
¿Porque la gente aparentemente culta y considerada inteligente -en apariencia- desprecia la posibilidad de contraer o propagar una enfermedad como la que produce el COVID – 19 o Coronavirus?
Profesionales destacados, artistas, gente del espectáculo, deportistas, políticos, etc: conforman una larga lista de violadores.
No hago ahora un juicio de valor; solo tengo una pregunta.
¡¿PORQUE?!
La respuesta verdadera estaría dentro del área de la psicología, La antropología cultural o la sociología; pero yo voy a intentar una respuesta diferente, a modo de ensayo personal.
Quizás no cree en él microorganismo porque no lo ve, y su religión es esa: «ver para creer». No cree en lo que le cuentan sobre el daño en otras regiones, no cree en las noticias ni en los informe de la OMS, no cree en lo comentarios televisivos; no cree en sus amigos; o estima que es un ser cuya racionalidad le permite arribar a mejores conclusiones.
Quizás piense que el virus es una creación humana o del sistema (he leído bastante sobre eso), para ejercer algún tipo de daño, o dominio, o estafa, y que en realidad no es demasiado dañino.
Es verdad que las publicaciones iniciales aún de medios internacionales serios indicaban de la baja agresividad del microorganismo; también yo así lo creí.
Pero de igual modo me atrinchere según las recomendaciones oficiales, para no contagiarme , no contagiar o simplemente para no ser un irresponsable propagador.
La cuestión es que el virus existe, es agresivo, y me temo, pese a los escépticos, que su evidencia será innegable cuando infecte a un ser querido, o cuando la catástrofe sea inevitable.
Entonces: ¿Que herida deberá hurgar para aceptar el drama? ¿llorará como Santo Tomás arrepentido y dirá “Señor y Dios mío”?
Si no cree, ¿Por qué al menos no respeta a los que si creen?; ¿Por qué no acata más allá de su escepticismo el mandato de la autoridad? ¿Por qué se empeña en dañar?
El tiempo, como siempre, le mostrará la realidad con su peor cara.